23 de enero de 2015

En la Noche



Allí esta ella caminando por en medio de la ciudad, sintiendo la carga enorme de sus propios pensamientos, como las luces sobre su cabeza, ocultando su propio sufrimiento, para dejar afuera una cara bien arreglada e insegura. Buscando desahogar su verdad. Ahogar un poco de la violencia que emana a gritos desde su pecho, y eso es lo importante, el ímpetu que ella carga adentro y al parecer es lo único real.

                                                                                               

De todas maneras no dejaremos a la vida derramarse del vaso en esta noche larga y emotiva,



Nos derramamos por entre el suelo. Somos dos y no uno, y gritamos a todos ellos que nos envidian en su soledad, desde rincón de nuestra noche.



Estoy seguro que te masturbas en la noche y añoras no estar sola más. Piensas que no importa quién sea el que venga con tal de que venga rápido, que te toque, que nos toquemos y finjamos durante un momento.



No finjamos y ¿Quién dice que el cuerpo no es lo verdadero? ¿Qué las miradas y los dedos atravesando la curva de tus senos es más real que ideas?



Últimamente siempre estoy detenido en el marco de la puerta, enganchado a lo que sé que me dirás, contenido por el miedo a tu huida, a que me dejes aquí colgado de mis pensamientos, incapaz de decirme las buenas noches cuando sabes que es lo único que tengo.



De cualquier otra forma estaría perdido, porque necesito un salvavidas con desesperación ya que nada más parece sonreírme, sino las paredes.

Ximena



El paisaje se desliza tras sus ojos. Se mueve pasando como una pequeña pantalla. Una pantalla gris, y a veces azul, las sombras de sus recuerdos.

Es el último bus de la tarde, con suerte despertare cuando esté llegando a mi casa. Espero encontrarla a ella, justo allí sentada en la puerta, un poco adormilada por la espera.

Me gusta prepararle algo de comer, eso la hace sentir mejor durante algunas horas, antes de que vuelva a necesitar acostarse, y me pida un vaso con agua, y un beso en la frente, últimamente ella siempre duerme.  

Fue en una de esas tardes que ocurrió, a uno no le dicen mucho en el hospital, hablan de un accidente y todos miran constreñidos, queriendo ocuparse de ella.

Cuando salimos, ella se recostaba sobre el vidrio del auto, siempre los árboles en sus pupilas,  Nunca ella.

Ella y el silencio, ella y su insoportable inaccesibilidad. Después de un rato somos expertos en negarlo todo, en seguir como si nada, como si ella no tuviera los ojos en el suelo del pavimento, como si el silencio no fuera una boca gigante, un vacío gigante.

Salía con un tipo sensible, el hombre lo sabía todo, pero nunca le creyó hasta cuando ya estaba en el hospital. Fue a visitarla dos veces, pero era demasiado, y desapareció dejando solo una nota.

Ella todavía lo espera en las tardes, como me espera a mí pero un poco más fría y distante.

Tiene un pez en una pecera inmensa, le gusta mirarlo mientras espera. El pez baila en su pequeña jaula de cristal, la mira a ella, sin comprender que le pasa. Los peces no tienen memoria, su mundo se reduce a unos cuantos minutos, si ella fuera pez quizás no se quedaría mirando la pecera...

Una pecera vacía: así es su vida desde ese día. Si todo hubiera sido distinto probablemente seria ella la que contaría el cuento, seria ella la que hablaría sobre su amiga, la insuperable la de la misma vida, las mismas palabras, los mismos viajes en bus con las pupilas en azul reflejando un paisaje inmenso.

En los ojos de Ximena transcurren bandadas de papel, en sus ojos se escriben 10 o 20 historias, la fábrica y el futuro de su amiga es solo algo que ella conoce, su amiga la insoportable suicida es un poco como ella, es un poco como todas, está un poco loca y un poco rara.