12 de marzo de 2011

Un Café Negro

Si un buen café era ese. Muy negro, tan negro como la tierra fértil de ese tropical paraje podía ser. 

Empezaba con un suave calor que rozaba los labios, el cual era rápidamente reemplazado por una fuerte sensación aromática que saturaba el sentido del gusto, y el olor. Después un suave paso por la garganta, dejaba un amargo mas duradero que el tiempo, con el sabor de caña recién cortada.

Entonces y solo entonces pude comprender, un poco mejor, la belleza oculta de esa pequeña casa rustica escondida en medio de la selva. Tan perfecta que si la hubieran hecho con planos jamas hubiera podido quedar mejor. Rodeada de plantas de plátano y de café se hallaba el cobertizo destinado a secar los granos de café.

-Esta bueno mi'hijo
-Si muy bueno doña Marta-Respondí.

Tenía algunos otros lugares que visitar aquel día, así que me aleje no sin antes dar las gracias e indagar un poco sobre su vida, sus costumbres y sus gustos. y si también indague sobre su comida, tal vez porque alguna vez me gustaría poder cocinar como ella, pero en general por que la comida encierra una parte de la vida intima de todas las personas.

Caminé un largo trecho, lentamente los paisajes fueron cambiando las colinas suaves, fueron reemplazadas por cumbres altas y puntiagudas, el día se hizo de noche y el campo ciudad, y allí estaba yo, en aquella noche clara habían pocas nubes y luna llena, sin embargo el humo lo cubría todo aquella noche, un humo gris, denso y sucio como solo lo pueden producir las metrópolis, aquel pequeño callejón me traía vagos sentimientos sobre el pasado. 

Oscuras puertas de diferentes tamaños que terminaban repentinamente con un enorme muro al final de la vía, llenas de moho lucían como pequeños terrenos conquistados por el caos y la suciedad. Todas cerradas con candados, abatidos por la humedad y el tiempo. Las alcantarillas, sin tapa simulan peligrosas trampas mortales a través del pavimento, que llevaban a laberintos inhóspitos de oscuridad y de muerte llenos de toda clase de desechos; un perfecto Sena para ratones.

Un paso, dos pasos, uno mas, entro por un pequeño pasillo la luz es mortecina, cobre y opaca, el bombillo ahumado y oscuro, funciona con intermitencia, su superficie esta marcada con una verdadera masacre de mosquitos rostizados por el hipnótico calor de la luz eléctrica, y la pared que en algún momento pudo ser blanca ahora oscila entre un negro fangoso y un verde grisaseo, agrietada y corrompida por la humedad y por los placeres mundanos de los que ocupan este lugar, esta inundada por la tristeza y el olvido. 

Pasos lentos pero firmes abstraído en la inmensa cantidad de sensaciones que me evoca este lugar, desolación, desesperanza, un mar de sentimientos cruzados, tanto de aquellos que pasaron como los que se quedan, miedo; una caja de ilusiones hecha pedazos, en un vaivén de desatinos desesperados.

Y entonces lo veo allí, esta, solo, parado en la mitad del final del pasillo. Un frío resplandor aún conciben sus ojos verdes, una sombra inerte de lo que fue, un suspiro, una caricia, un abrazo, un beso, un poco de humanidad que aún sobrevive atrapada en el centro blando del acero corroído por la tristeza, y por la soledad de aquello que es real, o la vida misma.

Su cuerpo alguna vez santuario de belleza, y divinidad esta ahora taimado por las hendiduras de espinas que lo laceran. Cientos de manos han pervertido su naturaleza, pero ninguna ha sido capaz de tocarlo de verdad .

Para algunos una vida de puta, de loca, cargada de excesos de perversión, para otros todo un mártir, sacrificando su vida para lograr la redención de esas buenas almas cristianas que no merecen padecer la brutalidad de este cruel mundo real, es mejor que uno peque a que pequen cientos.

Me alejo el espacio transmuta y ya estoy en otro lugar...


El panadero, un pequeño horno venido a menos, montado allí en ese motocarro que duras penas se mueve de un lugar a otro.
Es temprano el sol apenas despunta suena  aquella música mezcla entre ritmo caribeño, de tiempos pasados y una de lo que se podría llamar rancheras modernas, se despierta, lo observo un poco gordo, arrugas marcadas alrededor de los ojos, unos dientes un poco torcidos, pero que le dan cierto aspecto característico que lo hace ver más experimentado.
Se alegra de las cosas simples, como el sonido de su motocarro al arrancar cada mañana. El olor del pan recién horneado cuando se pare una esquina a venderlo, la sensación de limpieza después de lavarse las manos.

Sin embargo nunca acepta este tipo de cosas. Delante los demás mantiene una apariencia fría, amarga, al parecer casi mezquina.

Decir que es feliz sería imposible, sin embargo su corazón imparable, como un pequeño potro, nunca estuvo conforme con su humilde y lenta vida. La perfección de la belleza, que sólo la puede ofrecer la misma naturaleza, parecía estar cerrada para este hombre.

Sufría inmensamente al verse rodeado de tanta miseria de color concreto en esta sucia y fría ciudad como es Bogotá.

Con  tan sólo un rápido vistazo mientras se cambiaba, pude sentir lo que él sintió, pude oler lo que él olio, pude adentrarme en sus más oscuros pensamientos, y extraer casi como un limón todo el jugo de su alma.

Soy yo, y sólo yo el que tengo el poder de ver a los hombres tal y como son, como unos niños indefensos, desnudos frente al afán de un mundo insensible, muchos me temen pero al final soy único que tienen. Un final deseado, muchas veces planeado. Lo único que es seguro es que a todos los conoceré, al final. 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        

No hay comentarios:

Publicar un comentario