14 de septiembre de 2014

El Gato Totó



Ella se llama Andrea o quizás paula, recuerdo que me lo dijo pero de tantas mujeres de las que he oído el nombre este en específico lo he olvidado, lo importante de cualquier forma no es su nombre, ni lo que estudió, o lo que quiso ser, tampoco importa su familia o su pasado, o sus múltiples e indeterminados novios, y su forma de vestir, casi desarreglada.

 Lo importante de Andrea o paula es que perdió el ultimo bus de la noche y ahora esta varada en un barrio que ni quién sabe dónde queda, ni nadie sabe cómo salir o llegar a él. Pero bueno antes de empezar será mejor hablar desde el principio

Andrea o Paula es una de aquellas mujeres que no necesitan arreglarse, que el maquillaje siempre las cae mal y las deja sin sentido. Es una de esas mujeres que se levanta tarde los domingos pero no por pereza sino porque disfruta el tono de las paredes blancas y de los espacios vacíos cuando les da la luz del domingo a las 11.

Andrea o Paula, nunca olvida alimentar a Toto su gata que este mes acaba de cumplir cuatro meses, todas las mañanas a eso de las nueve antes de dedicarse de lleno a sus dibujos, ah sí olvide decir que es una ilustradora de cuentos infantiles y que por lo general, no necesita salir de su casa muy a menudo. Le da leche a su gata deteniéndose inmediatamente admirarla al menos 10 minutos, porque no puede creer que haya un objeto en el mundo tan hermoso, y cálido.

Ambas forman un cuadro de perfecta belleza. Siendo el color acogedor de la pared, y el sol bañándolas a la vez lo que detiene el tiempo para nosotros, espectadores imposibles, indiscretos, de semejante espectáculo.

Andrea tiene unas facciones proporcionadas, su nariz no es demasiado grande ni demasiado pequeña, su piel, prácticamente intacta es contrastada con sus pequeños labios, que terminan en punta, sus ojos aunque negros son bastante transparentes.

Son casi las 11:30 y definitivamente Andrea o Paula no va a volver a ese estrecho apartamento del que acaba de salir, no tiene muchas ganas de encontrarse de nuevo con ese borracho ceboso, gordo, que decididamente la acosaba, tampoco conoce a nadie que viva cerca.

 Después de dudarlo un momento empieza a caminar en dirección opuesta a la luna, al occidente esperando encontrar un lugar donde tomar algo caliente.
Las noches por lo general traen muchas opciones.

Uno tiende a creer que ella solamente necesitaría ir a su casa, pero resulta que justo esa noche, Andrea no se siente muy a gusto en su casa, quizás sea el frio, o su cama fría sin acompañante en este lunes festivo ¿o jueves? ya no recuerdo.

Lo cierto es que Paula (paula será por ahora) prefiere caminar, caminar y mirar las luces del alumbrado, explorar un poco el paisaje las paredes sucias y la calle vacía que presenta a esa hora la ciudad, prefiere caminar sin ser oida, pasar desapercibida, flotando un poco invisible cual aparición urbana.
adentrándose en el silencio, dejándose andar por la niebla que a esta hora empieza a caer sobre la ciudad, y es que a esta hora uno realmente no puede recordar ni unas solas manos que valgan la pena,  es que es eso lo que primero miro cuando busco compañía, pero no sé, de pronto es la luna, o acuario que dicen que por esta época está llegando a Júpiter, debe ser eso, lo que siento aquí justo abajito de las costillas, como un  punto negro que se va alargando cuando pretendo ignorarlo.

Curioso es que en medio de la noche desamparada no son pocas las almas que vagan asi, como dejándose perder. Andrea ve al menos tres en un periodo de 5 minutos, un loco que divaga a media voz.

Un borracho que ya no se pone en pie pero que la mira por lo bajo, al momento en que ella pasa.  

Andrea recuerda que le gusta el frío en las plantas de los pies, un frío indemne. Paula le da el sol en los rebordes de las piernas, tiene un corredor estrecho y largo, un corredor que da a una ventana donde entra siempre el sol de las 8, un sol azul, un sol más claro que el de la tarde. De tanto en tanto a Andrea le da porque las tardes serían mejores si fueran como una mañana, y lo dice por el sol, es que el sol de la mañana parece uno diferente al de la noche.

“en las mañanas el sol es más azul que en las tardes, la sombra de mi ventana nunca me deja ver el sol de frente, cuando realmente importa ver el sol, si pudiera solo harían eso mientras lo espero.

“Él llegaba normalmente a las 9, no me mira a los ojos cuando quiere tenerme, desvía la mirada siempre que yo lo intento”.

El hombre llega a las 9 toma las llaves y las introduce lentamente en la chapa del apartamento 304:
“Fue la última vez que lo vi, no podía quitarme esa sensación agria de los labios, realmente el reloj no para de sonar cuando lo veo, no quiero que se vaya, no quiero que se vaya tan pronto como ese día, desde entonces las calles de la ciudad son más amables que mi cama.”

El hombre se detiene, duda mientras retira de nuevo las llaves de la puerta y marcha a la salida.
Andrea se detiene junto al tazón de leche vacío, y lo observa atentamente, lulú la mira en la distancia. Andrea o paula no le gustan las despedidas, sus finales siempre ocurren de improviso, mientras se queda imaginando lo que nunca ocurrió, mientras el silencio y su respiración es lo único que escucha, quizás lo atropellaron, quizás sigue atrapado en su casa. La puerta no suena, pero si oye pasos. Los vecinos corren y alguien grita.

Andrea quiere abrir la puerta quiere mirar afuera pero sus ojos tan solo examinan lentamente la biblioteca, un constante mirar hacia la puerta, un proyectar lo deseado, porque dicen que es la única manera en que las estrellas cooperan.

Y al final siempre es de día, el tiempo se ha detenido.

Andrea o Paula mira el reloj detenerse, mira el mundo parar gracias a sus conjeturas, observa la ansiedad crecer, observa el vacío surgir y caer. Andrea o Paula no están seguras en el mundo.  

 Andrea espera a que el sol ascienda mientras observa de reojo los carteles que anuncian una nueva avena a la venta.

Paula odia las mañanas sin sueño, odia la gente de temprano, esos que parecen trabajadores muy honestos, se relame por dentro contando los minutos en que vuelva a caer la noche, y las calles le abran de nuevo su corazón, de todas maneras a esta hora de la noche no queda mucho más que desear, ya solo vuelve el día a esta hora, para saber por fin si ha venido, para revisar el correo en la entrada, para mirar atentamente la puerta en busca de una nota o quizás sus huellas en el timbre, lo cierto es que a esta hora de la mañana lo más probable es que él esté todavía durmiendo y no haya pensado en ella.

Puede que haya pensado ayer antes de dormir, quizás se haya preocupado por su ausencia, pero lo más probable es que ni siquiera se haya molestado en pensar, lo más probable es que su tiempo transcurra sin ni siquiera mirar o escuchar. Por lo que ya tendría Andrea que empezar a perder las esperanzas si es que creía que en algún momento podría quererla a ella que no es nadie, nada más que una cara esbelta y unas piernas llamativas.

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